domingo, 1 de septiembre de 2013

La revolución francesa: Marco histórico del románticismo. Eric Hobswan

EVOLUCIONES

 

1. El mundo. 1780-1790


I.   
 La consecuencia más importante de la doble revolución (francesa, de carácter político, e inglesa, de carácter industrial, fue  el establecimiento del dominio del globo por parte de unos cuantos regímenes occidentales sin paralelo en la historia. Los viejos imperio y civilizaciones del mundo se derrumbaban y capitulaban. La India se convirtió en una provincia administrada por procónsules británicos, los estados islámicos fueron sacudidos por terribles crisis, África quedó vierta a la conquista directa. Incluso el gran Imperio chino se vio obligado, en 1839-1842,a abrir sus fronteras a la explotación occidental. En 1848 nada se oponía a la conquista occidental e los territorios. El progreso de la empresa capitalista occidental sólo era cuestión de tiempo. Pero en el seno de la sociedad burguesa nace una nueva ideología, contradicción de la doble revolución. La sociedad comunista que comenzó como un fantasma, recorrió Europa y se apoderó de gran parte de ella tiempo después.

     El mundo cambió “demasiado rápido”. Entre 1760 y final de siglos, el viaje entre Glasgow y Londres se acortó de diez días a 62 horas… aunque esto solo sucedía en zonas contadas. El resto del globo estaba masivamente incomunicado. Las carretas eran usadas tanto para el transporte de personas como para el de mercancías (especialmente el correos). Vivir cerca del mar era vivir cerca del mundo: Sevilla era más accesible desde Vera Cruz que desde Valladolid. De todos los empleados del Estado, quizá sólo los militares de carrera podían esperar vivir una vida un poco errante, de la que sólo les consolaba la variedad e vinos, mujeres y caballos de su país.

II.     El problema agrario era por eso fundamental en el mundo de 1789, y es fácil comprender por qué los fisiócratas consideraron indiscutible que la tierra, y la renta de la tierra, eran la única fuente de ingresos. Y que el eje del problema agrario era la relación entre quienes poseen la tierra y quienes la cultivan, entre los que producen su riqueza y los que la acumulan.
     Las relaciones de la propiedad se pueden dividir dependiendo la zona del globo donde estemos.
-América: destaca la importación de minerales y otras extracciones, así como esclavos, mucho más que productos agrarios. En este período el algodón es más preciado, en detrimento del azúcar.
 -Al este del Elba, el cultivador típico no era libre, sino que realmente estaba ahogado en la marea de la servidumbre, creciente casi sin interrupción desde finales del siglo XV o principios del XVI. La zona de los Balcanes surgió como países campesinos, pero en ellos no había una propiedad agrícola concentrada. Muchos estaban sometidos a límites cercanos a la esclavitud o eran criados domésticos. En el ámbito de la producción, eran casi independientes de Europa, en todo tipo de alimentos y materias primas.

     En general esto hacía que los aristócratas explotaran cada vez más su posición económica inalienable y los privilegios de su nacimiento y condición. Solo unas pocas comarcas habían impulsado el desarrollo agrario dando un paso adelante hacia una agricultura puramente capitalista, principalmente en Inglaterra. La gran propiedad estaba muy concentrada, pero el típico cultivador era un comerciante de tipo medio, granjero-arrendatario que operaba con trabajo alquilado. Una gran cantidad e pequeños propietarios, habitantes en chozas, embrollaba la situación. Con el cambio, entre 1760-1830, lo que surgió fue una agricultura de empresarios agrícolas –granjeros- y un gran proletariado agrario.
     El siglo XVIII no supuso un estancamiento agrícola. Por el contrario, si bien seguía siendo regional, una gran era de expansión demográfica, de amento de urbanización, comercio y manufactura, impulsó y hasta exigió el desarrollo agrario. La segunda mitad del siglo vio el principio del tremendo aumento de población.
    
III.  La clase media de abogados, administradores de grandes fincas, cerveceros, tenderos e incluso el industrial parecía poco más que un pariente pobre. Era el mercader el verdadero director del desarrollo (en tanto el señor feudal lo era en Europa oriental). Por eso el sistema más conocido era el putting-out system, por el cual un mercader compraba todos los productos del artesano o del trabajo no agrícola de los campesinos para venderlo luego en los grandes mercados; temprano capitalismo industrial.
      El siglo XVIII debió toda su fuerza de desarrollo al progreso de la producción y el comercio, y al racionalismo económico y científico, que se creía asociado a ellos de manera inevitable. Las logias masónicas, donde no existía una diferencia de clases propagaron las ideas inglesas bajo un tupido velo francés: la igualdad y la libertad (después la fraternidad) fueron la bandera de su revolución. El objetivo principal de los ilustrados no fue el capitalismo, sino, a través del humanismo y las ideas racionalistas-progresistas, la libertad de todos los ciudadanos. Las monarquías absolutas del despotismo ilustrado encendieron la llama de la revolución intelectual y luego de la revolución práctica.


IV.  Los reyes que se llamaron “ilustrados” lo hicieron movidos menos por un interés en las ideas generales que para la sociedad suponía la “ilustración” o la “planificación”, que por las ventajas prácticas que la adopción de tales métodos suponía para el aumento de sus ingresos y bienestar. La monarquía absoluta pertenecía a la feudalidad, que estaba dispuesta a utilizar todos los recursos posibles para reforzar su autoridad y sus rentas dentro de sus fronteras. Las únicas liberaciones del campesinado, anteriores a 1789, fueron en pequeños países como Dinamarca y Saboya, a pesar de que todos los grandes ministros tenían en su mente, como única solución, la abolición de la servidumbre. Las colonias rompieron el hielo, en este caso Irlanda y Estados Unidos,  por vía pacífica o revolucionaria.
     El enfrentamiento entre Francia e Inglaterra significó la confrontación de dos sistemas políticos antagónicos. Los ingleses no sólo vencieron más o menos decisivamente en todas esas guerras excepto en una, sino que soportaron el esfuerzo de su organización, sostenimiento y consecuencias con relativa facilidad. La doble revolución iba a hacer irresistible la expansión europea, aunque también iba a proporcionar al mundo no europeo las condiciones y el equipo para lanzarse al contraataque.

Novalis: Himnos de la Noche 3 y 4 Literatura Romántica


HIMNOS DE LA NOCHE

3

Antaño,
cuando yo derramaba amargas lágrimas;
cuando, disuelto en dolor, se desvanecía mi esperanza;
cuando estaba en la estéril colina,
que, en angosto y obscuro lugar albergaba la imagen de mí
–solo, como jamás estuvo nunca un solitario,
hostigado por un miedo indecible–
sin fuerzas, pensamiento de la miseria sólo.
Cuando entonces buscaba auxilio por un lado y por otro
–avanzar no podía, retroceder tampoco–
y un anhelo infinito me ataba a la vida apagada que huía:
entonces, de horizontes lejanos azules
–de las cimas de mi antigua beatitud–,
llegó un escalofrío de crepúsculo,
y, de repente, se rompió el vínculo del nacimiento,
se rompieron las cadenas de la Luz.
Huyó la maravilla de la Tierra, y huyó con ella mi tristeza
–la melancolía se fundió en un mundo nuevo, insondable
ebriedad de la Noche, Sueño del Cielo–,
tú viniste sobre mí
el paisaje se fue levantando dulcemente;
sobre el paisaje, suspendido en el aire, flotaba mi espíritu,
libre de ataduras, nacido de nuevo.
En nube de polvo se convirtió la colina,
a través de la nube vi los rasgos glorificados de la Amada
–en sus ojos descansaba la eternidad–.
Cogí sus manos. y las lágrimas se hicieron un vínculo
centelleante, indestructible.
Pasaron milenios huyendo a la lejanía, como huracanes.
Apoyado en su hombro lloré;
lloré lágrimas de encanto para la nueva vida.
–Fue el primero, el único Sueño.–
Y desde entonces,
desde entonces sólo,
siento una fe eterna. una inmutable confianza en el Cielo de la Noche,
y en la Luz de este Cielo: la Amada.

4

Ahora sé cuándo será la última mañana
–cuándo la Luz dejará de ahuyentar la Noche y el Amor–
cuándo el sueño será eterno y será solamente Una Visión inagotable,
un Sueño.
Celeste cansancio siento en mí:
larga y fatigosa fue mi peregrinación al Santo Sepulcro, pesada, la cruz.
La ola cristalina,
al sentido ordinario imperceptible,
brota en el obscuro seno de la colina,
a sus pies rompe la terrestre corriente,
quien ha gustado de ella,
quien ha estado en el monte que separa los dos reinos
y ha mirado al otro lado, al mundo nuevo, a la morada de la Noche
–en verdad–, éste ya no regresa a la agitación del mundo,
al país en el que anida la Luz en eterna inquietud.
Arriba se construyen cabañas, cabañas de paz *,
* _ Alusión al texto evangélico que narra la transfiguración de Jesús (Luc. IX, 33: «Levantemos tres
tiendas...»)
anhela y ama, mira al otro lado,
hasta que la más esperada de todas las horas le hace descender
y le lleva al lugar donde mana la fuente,
sobre él flota lo terreno *,
* _ Ver Enrique de Ofterdingen, capítulo 6: «“¿Dónde está el río?”, gritó (Enrique) entre sollozos.
“Aquí, encima de nosotros, ¿no ves sus ondas azules?” Enrique levantó la vista y vio cómo el río azul
discurría silencioso sobre su cabeza.»
las tormentas lo llevan de nuevo a la cumbre,
pero lo que el toque del Amor santificó
fluye disuelto por ocultas galerías,
al reino del más allá,
donde, como perfumes,
se mezcla con los amados que duermen en lo eterno.
Todavía despiertas,
viva Luz,
al cansado y le llamas al trabajo
–me infundes alegre vida–
pero tu seducción no es capaz de sacarme
del musgoso monumento del recuerdo.
Con placer moveré mis manos laboriosas,
miraré a todas partes adonde tú me llames
–glorificaré la gran magnificencia de tu brillo–,
iré en pos, incansable, del hermoso entramado de tus obras de arte
–contemplaré la sabia andadura de tu inmenso y luciente reloj–,
escudriñaré el equilibrio de las fuerzas
que rigen el maravilloso juego de los espacios, innúmeros, con sus tiempos.
Pero mi corazón, en secreto,
permanece fiel a la Noche,
y fiel a su hijo, el Amor creador.
¿Puedes tú ofrecerme un corazón eternamente fiel?
¿Tiene tu Sol ojos amorosos que me reconozcan?
¿Puede mi mano ansiosa alcanzar tus estrellas?
¿Me van a devolver ellas el tierno apretón y una palabra amable?
¿Eres tu quien la ha adornado con colores y un leve contorno,
o fue Ella la que ha dado a tus galas un sentido más alto y más dulce?
¿Qué deleite, qué placer ofrece tu Vida
que suscite y levante los éxtasis de la muerte?
¿No lleva todo lo que nos entusiasma el color de la Noche?
Ella te lleva a ti como una madre y tú le debes a ella todo tu esplendor.
Tú te hubieras disuelto en ti misma,
te hubieras evaporado en los espacios infinitos,
si ella no te hubiera sostenido,
no te hubiera ceñido con sus lazos para que naciera en ti el calor
y para que, con tus llamas, engendraras el mundo.
En verdad, yo existía antes de que tú existieras,
la Madre me mandó, con mis hermanos,
a que poblara el mundo,
a que lo santificara por el Amor,
para que el Universo se convirtiera
en un monumento de eterna contemplación
–me mandó a que plantara en él flores inmarcesibles–.
Pero aún no maduraron estos divinos pensamientos.
–Son pocas todavía las huellas de nuestra revelación.–
Un día tu reloj marcará el fin de los tiempos,
cuando tú seas una como nosotros,
y, desbordante de anhelo y de fervor,
te apagues y te mueras.
En mí siento llegar el fin de tu agitación
–celeste libertad, bienaventurado regreso–.
Mis terribles dolores me hacen ver que estás lejos todavía de nuestra patria;
veo que te resistes al Cielo, magnífico y antiguo.
Pero es inútil tu furia y tu delirio.
He aquí, levantada, la Cruz, la Cruz que jamás arderá
–victorioso estandarte de nuestro linaje–.
Camino al otro lado,
y sé que cada pena
va a ser el aguijón
de un placer infinito.
Todavía algún tiempo,
y seré liberado,
yaceré embriagado
en brazos del Amor.
La vida infinita
bulle dentro de mí:
de lo alto yo miro,
me asomo hacia ti.
En aquella colina
tu brillo palidece,
y una sombra te ofrece
una fresca corona.
¡Oh, Bienamada, aspira
mi ser todo hacia ti;
así podré amar,
así podré morir.
Ya siento de la muerte
olas de juventud:
en bálsamo y en éter
mi sangre se convierte.
Vivo durante el día
lleno de fe y de valor,
y por la Noche muero
presa de un santo ardor